Cucalkamon: Anhelos del Pasado, Presente y Futuro (Capítulo VII)

CAPÍTULO VII

ANHELOS DEL PASADO, PRESENTE Y FUTURO



Merary y Bastet, descansaban plácidamente en el patio interior, lleno de flores y con un gran árbol en el centro con cactus de la región. Sentadas en aquel mármol tallado y apoyado sobre la pared, éste hacía las veces de mesa y lugar apacible donde pasar las tardes, conversar y cenar con amistades. 

Un gran toldo cubría la estancia, protegiéndoles de los rayos del dios Ra. En aquel banco, sobresalían a ambos lados un reposabrazos tallado con fin en forma de garra, y en cada lateral de piedra, varios cartuchos que habían sido tallados minuciosamente, donde reposaban los nombres de los más prestigiosos artesanos y talladores de la corte que tras  generaciones habían servido a los faraones: Akila, Abubakar, Aya, Azizi, Baba, Badru, Chafulumisa, Nemu y en el último espacio, el nombre de Adio


Bastet llevaba callada y pensativa desde hacía minutos mirando el sol del atardecer, al tiempo que comía un poco de queso y cerveza de la comarca. Ya había cumplido las 17 primaveras y era una de las jóvenes más bonitas de toda la ciudad. Más de uno había intentado pedirle en matrimonio, pero Merary haciendo las funciones de padre y madre, primero les entrevistaba, hablaba en privado con Bastet y según respuesta, les negaba.


Esta parcela siempre estaba destinada a los hombres, pero su primogénito Mased se había ido a vivir lejos y a formar su propia familia, por lo que Merary asumió su rol. Ella sólo quería que Bastet se casara por amor, por lo que no había prisa. Merary viendo a su hija tan pensativa le preguntó:


- ¿Qué te pasa Cuki? - dijo Merary al tiempo que acariciaba el rostro. 
Bastet sin apartar la vista del cielo, respondió con anhelos de tristeza:

- Pues me pasa y no me pasa mamá. Tres años sin saber de Abasy, salvo aquel individuo de tez oscura que relataron los guardas ayer, que se sabía nuestros nombres. Desde que tenemos cierto renombre en la ciudad gracias a la grandeza del faraón, a mí me llueven hermanos como langostas y a ti hijos como panes. Lo que sí tenemos claro es que partió y nunca más se supo. Hemos pagado a personas que supuestamente hicieron el mismo recorrido que él, y no sabemos si cayó en arenas movedizas o lo mataron unos salvajes. Rezamos en los templos, sacrificamos aves, pagamos tributos a los dioses… y tanto esfuerzo no ha dado su fruto. Ya no sé si tengo un pálpito real de que está vivo en alguna parte y nos está buscando, o estoy endulzando mi mente con ese pensamiento para no aceptar la realidad de que ya no está. ¿Tú qué opinas mamá?, ¿volveremos a verle algún día? – dijo Bastet con ojos llorosos cargados de emoción.


Merary miró complacida a Bastet tras aquel caldero de inteligencia. A su edad ella ni era tan inquieta ni tampoco tan espabilada. Se notaba que pasaba muchas horas en palacio con personas cercanas al faraón que la estaban dando una formación, y una manera de comportarse adecuadas. Ya no era la Bastet de hace unos años, que jugueteaba a pinchar con erizos en los traseros de los caballos para que salieran corriendo despavoridos, era una muchacha madura y sensata, además de buena persona. Tomó aire y respondió a Bastet con tono calmado:

- Cariño, hemos tenido mucha suerte en la vida. Desde que tropezaste hace unos meses de bruces con el faraón, nuestra vida ha dado un giro de 360 grados. Si tu padre nos viera… bueno, realmente sé que nos ve y está complacido y feliz. A lo que iba, qué graciosa situación, ¿verdad?, conocer personalmente al faraón en aquellas escapadas furtivas de palacio, en aquella calle estrecha, la que cruza con la casa de Neftal… tu ibas andando y él corría como si le persiguieran; chocasteis, un fuerte golpe en la rodilla, ni te dolía me dijiste cuando se destapó el rostro y ayudó a levantarte. Te limpió la herida con un poco de agua y la cubrió con una venda de lino blanco, de esas que sólo vemos a los que viven en Palacio. Le turbaste al decirle que siempre habías imaginado ese momento... –, hablaba Merary al tiempo que interrumpida por Bastet

- Sí, sí, le turbé mamá, ¡jajajaja!, no se lo esperaba -, interrumpió atropelladamente su hija y con rostro alegre. Y prosiguió su argumento: - Él se quedó estupefacto, no sabía el motivo por el cual yo quería conocerle y me invitó a pasear en su carro tirado por caballos hasta la corte, con aquellos cuatro guardias que lo escoltaban desde lejos para darle su espacio entre la gente. Aquel paseo a trote me dijo margen suficiente para explicarle mi propósito de vida: ¿Cucalkamon?, suena a dios cucaracha me dijo. ¡Cómo nos pudimos reír!, descubrí un faraón joven, dicharachero y divertido mamá. Durante horas hablamos, le conté de dónde partió la idea de Cucalkamon, de cómo había perdido a primer escarabajo, el segundo que se me murió hace un año…, y cómo estoy educando al tercero para que lo acompañe en su funeral. Aquel hijo de dioses me miró con cara pensativa, y cuando creía que iba a regañarme o a cuestionarme… ¡soltó una tremenda carcajada!, ambos reímos durante mucho tiempo. Fue el mejor día de mi vida mamá… y no es tan mayor, me dijo que su nombre era Kufu, y que lo maquillan para parecer más rudo; además le controlan la alimentación y evitan los asados, comiendo mucha hortaliza y verduras a diario: “Los faraones deben parecer dioses, no hipopótamos; si quieres aprender más cosas sobre mí y sobre las cosas de palacio, tienes las puertas abiertas tú y cualquier miembro de tu familia. Sólo tendrás que presentar este salvoconducto con mi sello personal y podrás ir dónde quieras, salvo en zonas reservadas al culto sacerdotal, claro” me dijo al oído Kufu. Pero se portó muy bien conmigo mamá y prometí volver a palacio y llevarle a mi escarabajo, no sólo para cumplir con mi propósito sino también porque estoy cansada del dichoso escarabajo, prefiero estar como estamos ahora, sentadas hablando de nuestras cosas en nuestro patio -, explicaba Bastet, ante la atenta y comprensiva mirada de Merary, que aprovechó a responder cuando vio que su hija tomaba aire: 

- A ver, tantos años queriendo cumplir tu sueño… y has tenido tu oportunidad. Yo tuve la mía, conocer a tu padre, se conocían nuestros padres, me enamoré de tu padre y él de mí al poco de conocernos. Formamos una familia, teniendo nuestros más y nuestros menos… quien diga que un matrimonio es perfecto, miente. Tenemos dos maneras de afrontar las relaciones, afrontando las cosas como son y buscando remedio, o endulzar la realidad y engañarnos a nosotras mismas. Un matrimonio no es sólo tener hijos y pensar en protegerlos de la vida. Educar en la empatía y en el respeto son las claves; prepararles para que sepan valerse por sí mismos cuando maduren y que cuando tú ya no estés, sean capaces de hacer su propia vida de lo que aprendieron de sus mayores y de sus propias experiencias. No tienen porqué hacer lo mismo que tú, sino usar el conocimiento de su aprendizaje para forjar sus propias existencias. 

Insisto: Lo que se hace por un hijo o una hija, no se hace por nadie. Te cuestionan y perdonas; te humillan y te humillas; te besan y los abrazas hasta romperles. Pero volviendo al tema que nos ocupa, aún recuerdo cuando fuimos a los pocos días a Palacio. Con tu hermano desaparecido y Mased casado y viviendo en el alto Nilo… ¡pues no se hable más!, la madre que te ha parido va contigo, que había que ver de qué pasta está hecha ese faraón “tuyo”. Aquel recibimiento, aquellos manjares… parecía que estuvieran recibiendo a una princesa de otro reino. Y esa eras tú. Calaste en el corazón de aquel dios-rey con ese don de gentes tan maravilloso que guardas en tu interior. Marchaste con él y me dejaste a solas con aquel pesado de sacerdote, calvo, gordo y con dentadura resplandeciente, y que encima me tiraba los tejos, mientras dabas aquellos paseos por los jardines de la corte. No sé en qué momento me sentí más orgullosa, si cuando le diste tu “escarabajo sagrado” o cuando se enteró que Adio había sido mi marido y también tu padre. – dijo Merary secándose las lágrimas de sus ojos.


Continuó su reflexión: - Me hago mayor Bastet, y que el faraón nos diera un tributo por tu tozudez y visión de aquel presente, de aquel pequeño escarabajo… Kufu quedó tan complacido con tu proyecto de vida, así como por el trabajo que hizo Adio para su pirámide durante tantos años… tantos que le costó la vida. Tiró abajo nuestra deteriorada casa, que dicho sea de paso se caía a cachos desde que tus hermanos no la reparaban y nos levantó esta villa en mitad de la nada… gracias hija, mil gracias - ,dijo Merary llorando y abrazando a Bastet



[Continuará…]