Capítulo V, Parte III - Cucalkamon : Nunca Mires Atrás


Abasi
estaba totalmente recuperado de sus problemas físicos. Es más, gracias a aquellos ungüentos y "hierbajos preparados" como él llamaba a los tés que preparaban las mujeres de los "salvadores del desierto", había mejorado notablemente su salud y estado anímico.

Tantos años trabajando la piedra junto con Adio, su padre adoptivo, le habían dañado y debilitado en su respiración. Con los años inhalar aquel polvillo fino y blanquecino, lo habían fatigado de tal manera, que no podía correr grandes distancias sin fatigarse. El pitido había incluso casi desaparecido. 

Abasi seguía dándole vueltas a sus diferentes opciones: -"Quizás aquella vida ya no sea para mi"-, reflexionaba.

Los sabios tuaregs le aconsejaban con prudencia, pues las decisiones importantes deben tomarse en frío. Con picardía y sonrisas, le preparaban un té con aquellas hierbas aromáticas mediante un sistema tradicional de enterrar pequeños vasos de cristal por la noche, medio palmo por debajo del suelo firme del desierto, lo que dejaba los vasos fríos cuando la temperatura alcanzaba los cero grados nocturnos, manteniendo esa condición de frescor durante gran parte del día. Después los envolvían por la mañana en mantos negros y los volvían a enterrar, lo que proporcionaba una sensación de alivio en la bebida durante el día.

Estos amantes nómadas del desierto eran seres de luz increíbles. Lo acogieron como uno más, y aunque sabían del proyecto que tenía por delante, le ofrecieron formar parte de su comunidad. 


Pasaron varios días hasta que Abasi tomó una decisión frente a las tres alternativas que le planteaba la vida: Reclamar un trono, volver junto a Merary, Bastet y hermanos o ser un tuareg adoptado. La decisión no era tarea fácil, pues ninguna de las tres condiciones le convenía. No quería volver a su tierra de acogida con la familia que lo vió crecer sin ser alguien importante, pues le hizo una promesa a Bastet y quería cumplirla. Pero a su vez, no tenía la misma ilusión en ser rey de una tierra desconocida para él, tanto en sus costumbres como en sus gentes. Le atraía la idea de ser uno más en la tribu del desierto, podría casarse con varias mujeres y ser alguien importante, pues las cartas astrales le auguran una vida larga y comprometida con sus semejantes. Por lo que una vez tomada su decisión, pidió una reunión con los jefes y sabios de la tribu. La decisión era firme y quería explicarse ante sus nuevos y respetados amigos: 

-"Queridos amigos y sabios salvadores del desierto. He sopesado los diferentes caminos que se me plantean en este momento de vida. Según las cuentas de mi padre tendré una veintena de edad, por lo que creo estar en plena madurez para la toma de decisiones importantes, siempre asesorado por ustedes y su conocimiento de las estrellas, que tantas noches me han hecho disfrutar. Por todo ello, he pensado, y he soñado con familiares, padre Adio y también con otros que puede me estén esperando para reclamar un trono de Rey. Para aquellos que esperan que algún día retorne, tendrán que seguir esperando. No voy a retornar a una tierra que me es desconocida para mí, donde nadie me espera y seguro me dieron por muerto al nacer. Seguro habrá ya un rey en esa tierra que conozca mejor que yo sus costumbres y usos, así como a sus gentes. Gobernará mucho mejor de lo que seguro lo haré yo, y no quiero acortar mi vida con ello, querrán quitar de enmedio a aquel impostor o el que vino de la muerte para que en breve intenten envenenarme o asesinarme a las primeras de cambio. Por lo que ésta opción está descartada"-, dijo Abasi con tono solemne, pero cabeza cabizbaja, esperando algún reproche de los allí presentes. 

Éstos en cambio, no movieron un solo músculo, sólo asentaron con sus cabezas y aquellos ojos brillantes parecían saber ya la decisión tomada, pero dejaron que Abasi se explayara en sus reflexiones, y lo dejaron continuar.

-"Mi segunda opción guarda relación casi directa con la tercera. Es una decisión que he tomado, que aunque pudiera parecer en un principio confusa y compleja, la tenía delante de mis ojos, pero no sabía verla. A veces el árbol que tienes justo enfrente no te deja ver la inmensidad del bosque. Sí, no me miren así, que me taladran con sus ojos color miel y noto como me leen el pensamiento... yo siempre fui una persona tosca, duro de mollera, pero este tiempo al lado de personas como ustedes me han cambiado. Ahora razono, pienso por mi mismo, tomo mis propias decisiones... o eso es lo que creo"-, respiró y se tomó unos segundos antes de proseguir. Dio un sorbo a aquel té helado para aclarar mente e ideas y prosiguió: -"Los considero a todos ustedes mi nueva familia. Y a la familia no se le da paso ni se la deja uno de lado. Quiero pasar su ritual ceremonial para convertirme en tuareg, bereber o lo que sea que sean ustedes del desierto y aprender a entender el maravilloso mundo de las estrellas y del destino de los hombres, que según ustedes me dicen, está escrito en alguna parte. Mi padre Adio se me ha presentado en sueños y me ha dado una frase, que siga los consejos que dicte mi corazón. Y mi corazón me pide ser uno más entre bereberes, pero como familia que tuve no puedo dejarla de lado. Por lo que mi intención, una vez sea uno más de esta gran tribu de moradores del desierto, será volver con mi familia durante unos meses. Les pediré me ayuden a realizar una carta astral del gran faraón de Egipto, con la que me presentaré en mi casa, y ayudaré a Bastet a cumplir su mayor deseo. Entonces y sólo entonces, habré dada por cumplida mi promesa en vida. Y retornaré con todos vosotros, a establecerme, casarme y formar una nueva familia: ¡Una familia feliz!"-, dijo Abasi al tiempo que levantaba sus manos hacia el cielo, y se emocionaba.

Aquellos ancianos quedaron complacidos con la decisión de su recién llegado "bereber". No eran de permitir a extraños en su organización tribal, pero el camino que llevó a Abasi hasta su encuentro, que para nada fue fortuito, así como su manera de entender la vida, los había hecho dar un giro en sus apreciaciones y en sus decisiones. Pidieron a Abasi un poco de tiempo hasta la próxima luna llena, y le darían respuesta a aquella petición formulada pues las cartas astrales se debían realizar en noches concretas  con ciertas estrellas alineadas para que sus lecturas fueran eficientes, y más tratándose de un Faraón, no podían dar información a la ligera y que les supusiera un problema para los integrantes de su tribu si algo de lo mostrado no llegaba a sucederse. Cierto era que el futuro es cambiante, pero algunas cosas estaban predestinadas a cumplirse en la vida de cada alma. 

A lo que Abasi asintió, dio las gracias con una reverencia, terminó de un sorbo aquel té y se retiró a su jaima para descansar.


[Continuará...]