Capítulo V - Parte 2 - Cucalkamon: UN DESIERTO INTERMINABLE

UN DESIERTO INTERMINABLE 

- "Mis ojos están cerrados, y no tengo fuerzas ni para abrirlos. Me llamo Abasi, me llamo Abasi… me cuesta recordar con claridad, pero es importante ahora dormir que se está haciendo la noche, necesito descansar y reflexionar sobre mi destino" -.

- "Tras varias semanas vagando por este interminable desierto ya me había familiarizado con sus especies, plantas y dunas. Durante el cansado día buscando refugio para pasar la noche, rodeado por arena, miles de dunas, de izquierda a derecha, y sin rastro de oasis, pozos ni paraísos. Viendo cómo me encuentro siento que el "paraíso" puede estar más cercano de lo que creía. Se me ha terminado el agua y la comida, sólo me queda la ánfora de cerveza artesanal que me dio mi hermana, que la guardo para una ocasión especial, cuando sienta que la vida me abandone. A veces el calor me muestra su silueta a lo lejos, llamándome… debo de estar volviéndome loco.
Mi transporte murió hace un par de días, eso sí que lo recuerdo. Aprovisioné lo que pude, una carga suficiente para aguantar hambre y sed durante lo que esperaba fuera el final de trayecto. Según el mapa que me dio mi padre Adio debería haber llegado ya al sur de Egipto. Si sigo sin encontrar la zona de arenas movedizas próximo al riachuelo que lo atraviesa, no podré afrontar las pruebas en mi tierra, ni podré coronarme rey porque moriré en el intento de reclamar lo que entiendo, es mío por derecho.
¿Pero qué se presupone que es mío?, ¿reclamar un trono y quitar a un hermano su derecho a reinar mientras yo estuve desaparecido y muerto para todos?, quizá estoy perdiendo el tiempo, mi tiempo, cuando podría buscar otra forma de ayudar a Bastet y de cumplir sus deseos. Sí porque esos son sus deseos, no los míos. ¿Quién me mandó a mi ir a reclamar nada?, siempre he sido feliz con mi familia, donde me acogieron y me enseñaron sus valores, un oficio digno, y sobre todo amor. Algo que no encontré de donde yo provengo, aquellos que me abandonaron a mi suerte. No me querían y yo he decidido volver a reclamar… no no, piensa Abasi, piensa. Ya no puedes volver hacia atrás. Debes continuar, por lo menos buscar ayuda, cobijo y decidir qué es mejor para ti y para los que te quieren de verdad. Me vence el sueño…. madre no llore, por favor no llore…", - decía Abasi mientra caía profundamente dormido.

Pasaron al menos dos días cuando unos grupo de tuaregs lo encontraron en aquel desierto. Los buitres acechaban el cuerpo, pero aquellos nómadas llegaron a tiempo para espantarlos y recoger a Abasi. Éste estaba inconsciente, por lo que lo trasladaron camino a su tribu para curarle y ayudarle. Durante el trayecto comentaban:

-"Está muy débil, Ahmed, muy débil. Lleva así todo el camino, balbuceando a una tal Merary entre sueños. Habla de reinos perdidos, de una gran pirámide, y un escarabajo que le habla. No sé si llegaremos a tiempo, está desvariando, puede que este sea su adiós al mundo terrenal", - decía aquel tuareg.
 
Pasaron varios días hasta que Abasi pudo recuperar la consciencia. Los hechiceros de aquella tribu, trabajaron día y noche en los cuidados de Abasi. Lo lavaban a diario para que el cuerpo permaneciera hidratado, dado que no se encontraba despierto para poder alimentarle. Le untaban el cuerpo con sales y hierbas sanadoras, como aceite de jojoba, diente de león y aloe vera. Poco a poco fue reanimándose, siempre atendido en todo momento por las mujeres de aquellas "almas del cielo" que le curaron, asearon, alimentaron, y con las que más adelante, aprendió a comunicarse y a aprender de su enorme conocimiento de las estrellas.


Abasi aprendió valores entre aquellos tuaregs desconocidos, además de que eran personas nobles y de gran bondad. Su cultura, su manera de vestir siempre de azul, para evitar los rayos ultravioletas del Sol, a excepción de los ancianos, que vestían siempre de negro, mal llamados "hechiceros". Abasi pensaba que eran nómadas, pero permanecían largas temporadas en el mismo sitio. La lengua le era desconocida, pero no le costó aprenderla, tenía facilidad para ello. Agradeció que le salvaran la vida muchas veces, y ellos sólo decían que habían cumplido con su destino, encontrarse. Por el color de la piel pensaron que era uno de los suyos, le dijeron.

-"Abasi, amigo, por lo que hemos hablado contigo y la misión que tienes por delante, nos hemos tomado la libertad de mirar tu carta astral. Atiende tu presente que es efímero, pues el futuro lo tienes siempre delante. Tendrás una larga vida en este mundo, con sus contratiempos, de los cuales obtendrás un gran aprendizaje que te servirá en esta vida y te aportará grandeza en las venideras. Sí venideras. Hoy eres Abasi, en otra vida serás Merary, y así una y otra vez hasta completar mil vidas. Después de todas esas reencarnaciones, tu alma sufrirá una dura prueba para avanzar en el camino de la perfección, un examen para ver si está preparada para dar el salto a una nueva dimensión. Según nuestras estimaciones, tendrán que pasar más de 500 vidas más, así que no malgastes tus energías ahora", - explicaba sonriendo aquel anciano bereber.

Otro tomaba la palabra: -"Abasi, en esta vida tendrás decisiones importantes que atender, pero elijas la que elijas siempre será la acertada. Los dioses que conoces como tal no existen, son recreaciones intencionadas con fines emocionales y sociales. Los dioses son almas arcanos en una dimensión diferente donde el cuerpo no existe. Éstas nos dan la oportunidad en esta existencia y en las venideras de este planeta llamado por los antiguos "Gaia" del libre albedrío para todos nuestros semejantes, basándonos siempre en el pensamiento de lo dual: lo bueno o lo malo, hombre o mujer, negro o blanco. Todos somos libres de elegir lo que queremos ser, y nuestros actos no tendrán castigo divino, pues el alma deberá aprender en sus constantes vidas el significado de las esencias: el bien, el mal, el amor, el desamor, el odio, el respeto, el rencor… y así infinidad de sensaciones. No habrá castigo divino Abasi, no te sorprendas. Tendremos la oportunidad de volver y purgarlo o mejorarlo con nuevos actos, con nuevas vidas, pero en una misma alma. El cuerpo que habitas es sólo el instrumento para poder llegar a ser", - dijo aquel anciano en tono solemne.


Abasi en ese momento no entendió la grandeza de aquella información, pero sí sabía que debía tomar una decisión importante: O regresar con su familia y olvidar aquel sueño de hacerse rey, o continuar y ver qué le deparaba aquel viaje. A fin de cuentas, cada vida es diferente, y como Abasi sólo una. Había que aprovecharla.

 

[Continuará…]