Día de luz dorada, divino tesoro. Aquella muestra reflectante en el pico más alto de aquel monumento, hacía presagiar como las futuras generaciones contemplarían aquella maravilla creada por mujeres y hombres. Algunos dirán entonces que aquella grandiosidad fue obra de dioses y sí, dioses terrenales la construyeron con esfuerzo, mimo y devoción. Personas que aprendieron de los antiguos el uso de materiales llegados del espacio exterior y como conjugarlos con la piedra y el adobe para crear muros infranqueables. La caliza blanca haría el resto, para darle volumen y luminosidad a varios kilómetros de distancia.
El ser humano visualizaría con el paso de los milenios el legado que esas pirámides ofrecerán, guardando no sólo reliquias y artefactos para la otra vida del faraón, sino también el legado de sus pinturas, usos y costumbres, además de los importantes manuscritos que se ocultaban al resguardo de posibles ladrones, en pequeñas cámaras secretas, donde se detallaba en numerosos papiros cómo se construyó la gran pirámide, descifrando sus dimensiones, formas, materiales, mediciones y medios utilizados, así como el número de personas que fueron necesarias para llevarlo a cabo durante los años que duró la construcción de aquella obra de ingeniería.
También existía un detalle de los accidentes y muertes sufridas durante el trabajo realizado, y todos esos nombres se guardaban dentro de un corchete grabado en la piedra en el interior de una de las salas. Era una manera de salvaguardar las almas de personas que dieron su vida para que el faraón alcanzara la eternidad.
Aquel día la puesta de sol duró unos veinte minutos. Abasi contemplaba complacido aquel momento con sentimientos encontrados, pues hoy era el día elegido para partir hacia su tierra, a recordar de quién es hijo y por qué merece ser Rey. Por otro lado, debía abandonar temporalmente a Merary que lo había cuidado como un hijo más durante casi dos décadas. Sus hermanos se ofrecieron a acompañarle dada la peligrosidad de aquel viaje, pero era una andadura que debía afrontar solo para encontrarse a sí mismo y encontrar su sitio en esta existencia.
Mientras colocaba las alforjas sobre su camello junto con los palanquines y algunas mantas de algodón, notó una presencia a su espalda. Se puso en guardia y se giró como un gato salvaje daga en mano para defenderse y … ¡era Bastet!, por lo que más calmado atendió a su hermanastra:
- ¡Abasi por favor no te vayas! -, exclamó Bastet al tiempo que se fundía en un fuerte abrazo con su hermano, mientras era elevada por los aires.
- Bastet yo no quiero irme, pero tengo un pensamiento como tu desde pequeño donde debo reclamar lo que me corresponde por herencia de sangre, un reino y puede que un trono. Sé que el camino no será fácil, y estará lleno de contratiempos, pero debo encontrar mi sitio y luchar por aquello que entiendo que me pertenece por derecho legítimo. Padre Adio conservó un pequeño mapa cuando me encontró, donde más o menos detalla el lugar de donde provengo, sorteando zonas de arena movediza y aldeas beduinas que espero me sirvan de refugio para pernoctar. Piensa una cosa: cuando yo sea Rey, tú serás la hermana del Rey, por lo que formarás parte de mi corte. Serás parte de mi séquito real que me acompañará al palacio del gran faraón cuando vaya a rendirle pleitesía. Así tu podrás enseñarle tu nuevo escarabajo "Totamon II", y explicarle tu secreto mejor guardado. Medita esto que te digo Bastet, tus sueños son la energía que mueven el futuro, tu futuro, no los abandones a la primera de cambio porque la primera vez no lo conseguiste, porque con ese tesón que tu tienes, lo lograrás, conmigo o sin mi serás capaz de realizar y llevar a cabo todas las cosas que en esta vida te propongas. Sólo tienes que desearlo y pensarlo con fuerza y trabajar granito a granito cada día hasta que lo cumplas. Confía en mí, hermana -, sonrió Abasi al tiempo que la besaba en sus sonrojadas mejillas y la bajaba de vuelta al suelo.
Bastet quedó complacida con aquellas palabras de su hermanastro. Ya no le importaba ya la marcha, sino más bien la pronta vuelta de Abasi y poder acudir a palacio no como la hija de Adio, que también, sino como la hermana de aquel "Rey de Mashauash".
Ayudó a su hermano en los preparativos, y le guardó en una de las alforjas una pequeña tinaja con cerveza que había conservado en su habitación desde el desagradable incidente del viaje fallido a palacio.
Una vez se despidieron todos, Abasi tomó las riendas de aquel camello, abandonando la ciudad rumbo al desierto, pensando cuáles serías las aventuras que se sucederían en aquella larga pero emocionante travesía. Atrás quedaron las lágrimas de Merary y los abrazos de sus hermanos, que le habían dejado maltrecha la espalda. Muy al contrario de Bastet, que lo despidió con alegría y pidiendo que se diera prisa en regresar, pues tenía sueños pendientes que cumplir.