CUCALKAMON (Capítulo I, Parte II)

 


Egipto siempre fue un lugar árido, seco y con constante tormentas de polvo y arena. En cambio, todo lo que estaba cerca del río, era vegetación y vida.

 

Adio, su padre, siempre le enseñaba el camino de vida: "Bastet, si quieres prosperar en esta vida mucho tendrás que trabajar; el camino será áspero y duro, pero aguanta y cuando tengas tu vida asentada también la disfrutarás. Mi padre, que en gloria descanse con los dioses, me decía que, ya que hay que trabajar, procura que sea en un lugar fértil y próspero bañado por nuestro dios Ra; tener una familia grande y bien avenida, donde no falten manos para trabajar cosechas, arar las tierras, y que de ese esfuerzo común broten los alimentos para cuidar de tus gallinas, pienso para tus cerdos y con mucho esfuerzo, hasta tener tu propio buey. Tener pozos cerca donde puedas dar de beber tanto a los animales como tus familiares, ya que una especie no podrá sobrevivir sin la otra."

Bastet, siempre escuchaba atenta a los consejos que le daba su madre, pero más atenta aun los de su padre, ya que éste se iba por la mañana con el primer claro de luz y no volvía a la casa hasta el atardecer. El tiempo que pasaba con su padre era muy importante para ella por la escasez de esos momentos, de ahí que lo aprovechaba al máximo para hacerle preguntas sobre sus oficios y los servicios que prestaba al faraón, que era en lo que su padre trabajaba en estos últimos años.

Éste le contaba que para tallar tanto la piedra como los metales preciosos, primero debía entrar dentro de aquella imponente pirámide a medio construir. Después de cada almuerzo, debía atravesar ciertas cámaras que eran secretas a los ojos de lo mundano, por ello le obligaban a vendarse los ojos y caminar por senderos diferentes, para que no se aprendiera las rutas por los pasos, ni el sentido de la marcha (derechas y/o izquierdas). Toda precaución era poca, dado que allí descansaría el faraón una vez que pasara a la otra vida, por los siglos de los siglos. Si no respetara esas consignas, el castigo sería ejemplar y tanto él como toda su familia, incluyendo toda posible descendencia, quedarían encerrados en vida junto con el faraón fallecido, por lo que perecerían para guardar el secreto de acceso a las cámaras funerarias y tesoros.

"Padre, me surge una duda" – replicó Bastet, – "El faraón sabe las rutas, pero alguien antes que él deberá llevarle hasta allí y volver a salir por donde entró. ¿Qué pasa entonces con los que lo llevan hasta la cámara funeraria cargada de tesoros y objetos personales?, y lo que más me preocupa… si el faraón tiene mascotas… ¿Quién las cuida cuando él muera?, porque si yo muero he dejado aviso a madre y a hermanos que tienen que hacer con los bichos: los escorpiones al desierto, las arañas y las cucas cerca del río para que se coman los gusanos e insectos, las culebras al río .. creo que no me dejo a nadie.", dijo Bastet muy resuelta.

Adio con ojos compasivos miró a su hija y soltó una carcajada, al tiempo que la respondía con dulzura y sin perder la sonrisa: "Tu tranquila Cucalkamon, sigue así atendiendo a todos como atiendes a tus mascotas y el faraón quedará complacido. Ya te veo con un cartucho en su pared funeraria principal, con una imagen tuya regalándole un escarabajo sagrado, símbolo de su resurrección, y de protección contra el mal, el visible y el invisible".

A lo que Bastet complacida con la conversación con su padre, se despidió con un "no más preguntas" y se marchó corriendo a buscar la mascota que le faltaba en su colección, aquel famoso escarabajo pelotero.

– "Lo cuidaré mucho y se lo llevaré como ofrenda al faraón en vida" -, gritó al tiempo que daba saltos de alegría. Llegó a la habitación donde descansaba su hermano Ator, el más fortachón, le despertó y le pidió que se levantará. Acto seguido sin poder quitarse las legañas de los ojos, le empezó a cargar con todos aquellos pequeños y medianos enseres de cerámica y piedra donde guardaba a sus mascotas. Ator tuvo que hacer malabares para que no acabaran en el piso, pero consiguió mantener el equilibrio. Bastet le pidió que llevara a cabo la misión funeraria de llevarlos a todos a sus lugares de origen, esta vez en vida porque ya no los iba a necesitar.

– "Ya tengo regalo para el faraón, ya veré cómo hacérselo llegar. Le daré un presente perfecto, un gran escarabajo disecado, que le acompañara como su amuleto principal en vida; tiene que vivir muchos años para dar trabajo a padre, madre y hermanos…" -, decía Bastet a su hermano al tiempo que cogía una pequeña redecilla y un trocito de carne, para buscar aquella nueva mascota que se había convertido en una nueva ilusión.

Bastet sabía que le llevaría su tiempo, pero prisa no tenía, y sabía dónde encontrarlos:

– "Estarán cerca de excrementos, les encantan hacer bolitas con ellos" -, se decía mientras caminaba al lugar de pastos de vacas y bueyes próximos a la aldea.


[Continuará...]