Un año más celebramos de nuevo la Navidad. La navidad es una época que vivimos cada uno a nuestra manera, donde una mayoría revive estas fiestas con una intensa alegría y dosis de buen humor. Son días de reconciliación, días de encuentro con nuestros seres más queridos, aquellos a los que no vemos o con los que disfrutamos durante todo el año y que, gracias a la navidad, se intensifica y fortalece nuestro cariño por ellos.
La Navidad nos une con personas que nunca conocimos pero que comparten ese mismo “sentimiento” manifestándose en creatividad: Pensar en qué regalar, y con ello ayudar a que los Reyes Magos, cada vez más estresados debido a la superpoblación mundial, no soporten esa carga emocional y laboral en la noche del 05 al 06 de Enero de cada año, la ansiada Noche de Reyes.
Estas fechas están llenas de esperanza y de añoranza, contrastes entre una y la otra, ya que nos acordamos de los amigos y familiares que ya no están y con los que hemos compartido grandes momentos en vida; pero también de esperanza, de seguir compartiendo ratos inolvidables con los que siguen viviendo y hacerles revivir fiestas tan gratas como lo fueron antaño.
La Navidad sostiene, año tras año, un vínculo común donde nos sentimos parte de la magia y del entusiasmo que la envuelve, con un bonito lazo rojo de un espíritu navideño de buenas acciones e intenciones, de compasión y de amor a todos y a un TODO que nos rodea.
Buenas acciones, intenciones solidarias... estas fechas nos recuerdan que hay personas que no tienen para vivir, que no tienen para una alimentación básica, y que no tienen dónde pasar la noche de navidad.
Me entristece ver cómo la sociedad se torna más consumista en esta época del año, donde nos muestra un mundo idealizado, con niños y niñas a los que los papá Noel y/o los Reyes les han traído más de lo que necesitaban o de lo que habían pedido en sus cartas.
Sigo contemplando como existen padres que llenan sus propios “vacíos temporales” con regalos, carencias de su pasado que quieren reflejar en un presente ideal, olvidándose de que enseñar a los niños a tener todo lo que piden no es bueno para ellos, no los educan adecuadamente.
Se les enseña desde bien pequeños una festividad perfecta, una realidad distorsionada para no empañar “el espíritu navideño”, cuando los niños son niños, valga la redundancia, y se conforman con poco. Son felices por naturaleza, y la ilusión de que alguien mágico le traiga un regalo y que sus padres compartan su tiempo con ellos es más que suficiente.
Pero la verdadera realidad muestra dos caras de sociedades, otra diferente donde la navidad ya no se recrea con amigos y familiares, rodeados de suculentos y aromáticos platos, y deliciosos postres y cavas. Existe otra cara de la moneda, cada vez más común, que es aquella que vive en la más estricta pobreza o con grandes dosis de extrema necesidad. Aquella sociedad que no tiene recursos suficientes para vivir, y menos aún para poder festejar y pensar en qué regalar.
Por eso pienso que la Navidad es la asignatura pendiente de muchos, de aquellos que sólo piensan en sí mismos y en su propia recreación personal del espíritu de la navidad, cuando la verdadera navidad debería ser aquella en la que no sólo nos acordamos de los nuestros y de nosotros mismos, sino también de aquellos que por su situación económica y personal, no podrán disfrutar de un manjar delicioso junto con sus familiares, de un bonito regalo que llevar al árbol o al zapato para el día de Reyes.
A diario vemos como elfos y pajes que, vestidos de ciudadanos de a pie, nos enseñan que con un pequeño gesto podemos sacar una sonrisa a los más pequeños o al más necesitado.
Te animo a sumar, en la medida que pueda cada uno, un reto de pensar más en los demás como si de ti mismo se tratara, mostrar tu empatía ya que todos estamos conectados, todos somos parte de esta humanidad. Demuestra tú la tuya con pequeños gestos que te harán ser más grande.
Siempre hay una primera vez para todo; cambia el prisma y aprende a vivir una Nueva Navidad.